Nos encontramos en momentos difíciles. Hay miedo al contagio, sobre todo en aquellas personas que pertenecen a algún grupo de riesgo y al mismo tiempo, ante la incertidumbre sobre cuanto durará el confinamiento, crece la preocupación de que se desatiendan los otros problemas de salud que uno puede padecer.
Este periodo de excepcionalidad no está siendo corto y el sistema sanitario se ha visto sometido a una sobrecarga como nunca antes, donde se han concentrado esfuerzos y medios en la lucha contra una enfermedad concreta, la COVID-19.
Para reducir la exposición de la población han disminuido las consultas a los diferentes agentes sanitarios, siguiendo las directrices del propio sistema que ha abogado a mantener solamente las actividades imprescindibles. Sumado a la propia iniciativa individual condicionada por el temor justificado al contagio ante la alta transmisión que se está dando en el entorno hospitalario. En este contexto se ha normalizado la afirmación “todo lo que no sea urgente, mejor posponerlo”. Dicha premisa hay que tomarla con cautela, ya que a menudo la contención puede poner en riesgo nuestra salud.
“Todo lo que no sea urgente, mejor posponerlo”. Dicha premisa hay que tomarla con cautela, ya que a menudo la contención puede poner en riesgo nuestra salud.
Se ha observado un descenso de hasta el 40% de los cateterismos urgentes en infartos agudos de miocardio, los autores del registro concluyen que este fenómeno probablemente no se ajuste a la realidad epidemiológica de esta dolencia cardíaca, sino que se deriva de la desvinculación de la población con el sistema sanitario. Algo similar ha sucedido con la enfermedad cerebrovascular donde se han reducido un 33% los ingresos hospitalarios por ictus en el mes de marzo respecto a febrero en una encuesta realizada por la Sociedad Española de Neurología.
Se han descrito modelos que presentan esta pandemia en forma de 4 oleadas de morbimortalidad. Una primera relacionada con el impacto directo de la propia Covid-19. La segunda derivada de la restricción de recursos en las patologías urgentes No-Covid. El tercer pico secundario a las complicaciones debidas a la interrupción de la atención de las enfermedades crónicas, y una última oleada consecuencia del propio agotamiento físico y psicológico.
Tenemos el reto y la responsabilidad de atajar la crisis sanitaria del coronavirus sin desatender el resto de patologías. Centrémonos también en aplanar la curva de la segunda, tercera y cuarta oleada. Además, manteniendo un buen control de las enfermedades crónicas de base, minimizaremos el impacto ante una posible infección.
Centrémonos también en aplanar la curva de la segunda, tercera y cuarta oleada
Un ejemplo de perfil de paciente que sin duda se beneficiará de dicha continuidad es el paciente pluripatológico y con enfermedades crónicas como la insuficiencia cardíaca, diabetes mellitus, enfermedad renal, bronquitis crónica, entre otros. Ya que el tratamiento a menudo es dinámico, cambia en función de las necesidades clínicas del momento y un parón en el seguimiento puede suponer una descompensación que implicaría un ingreso hospitalario (añadiendo riesgo de infección nosocomial, aquella adquirida en el hospital), una posible sobredosificación de la medicación debida a la autogestión por parte del paciente, y evidentemente lo expondrían a una situación de mayor vulnerabilidad en caso de contagio.
Los equipos de Medicina Interna y Geriatría de la Clínica Ferrer Castelló ofrecemos esta continuidad asistencial tan necesaria en estos momentos, y lo hacemos en un entorno seguro donde se han extremado las medidas de prevención.
Precisamente porque nos encontramos en momentos difíciles, seguimos a tu lado.